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Historia

 

A las 3:15 am del primer domingo de febrero de este año, ya estábamos de regreso en el taxi. Fue un sábado agotador, las presentaciones empezaron temprano, por la tarde, con un almuerzo que celebraba el reencuentro de la promoción del año ochenta y tres de un colegio de La Molina. Para nuestra mala suerte, esta vez no nos dieron de probar el buffet criollo. Los platos de caucau y frijoles con seco nos dejaban su aroma mientras tocábamos Allá en el rancho grande. Esa estela de olor me hizo recordar aquella vez cuando, en lugar de olores culinarios, el perfume de flores acompañaba a las moscas que se estrellaban en nuestros rostros. Esa vez tocamos “oficialmente” por primera vez juntos.

En el Día de los Santos del 2003, frente al nicho de Omar, un amigo en común, realizamos nuestra “primera presentación”. Sí, en el cementerio municipal. No éramos los únicos músicos presentes así que roche no había. Las familias que visitaban a sus seres queridos no demoraron en tomar nuestro servicio musical para homenajear a aquella persona que ya no se encontraba entre ellos.

Un poco distraído, volví como de golpe, pues una señora se acercó para solicitarme una canción. Y volví a sentir el aroma del arroz con pollo. Ella me decía: “¿Podrían tocar Amor eterno? Es para los profesores que ya no están con nosotros”. No es la canción que más nos gusta tocar. Lo nuestro es llevar alegría, bromear con la gente. Pero, había olvidado que era un almuerzo y cuando la gente come ya no conoce a nadie y sólo querían escuchar algo de música mexicana. Y pensar que aquel día en el cementerio tocamos esa canción cuchucientas veces. Ese día, al final de la jornada, contamos el botín. No era mucho pero era significativo. Era el comienzo.

Ahora también seguimos contando lo ganado en el día y podemos ver el resultado de más de diez años de arduo trabajo. Un trabajo que tratamos de hacerlo distinto, donde las risas, las bromas y pasarla bien es lo más importante para nosotros.

Debería saber explicarlo, pero es difícil saber cómo se dio ese giro en las presentaciones del mariachi. O sea, recuerdo que nosotros sólo quisimos burlarnos de aquel típico que nos contrataba, un seudo manager que nos daba trabajo en ese tiempo. Eran sus contratos y no teníamos nada que ver en eso, a nosotros aún nadie nos contrataba directamente. Se preguntarán, ¿por qué burlarnos y echar al vacilón aquella presentación? Como dueño del contrato, y así como muchos otros contratistas, el nuestro era mezquino y solía cobrar más a las personas que requerían el servicio del mariachi. Éramos algo novedoso y la propuesta escénica agradó al público. Pero, no nos aumentaron ni un sol.

 

Y lo nuevo fue el “baile sincronizado” que hacíamos. A eso le siguió, usar una que otra broma de la apariencia de algunos integrantes del grupo; el flaco, el pelado. En fin. Aquel día fuimos contratados por una presentación y nos quedamos como tres horas en la casa. Todos ganaron: la familia en risas, el contratista en dinero y nosotros en una nueva forma de llegar a la gente, una que se desarrolla cada día hasta ahora.